sábado, 20 de junio de 2015

Algarabía: El libro de las palabrotas

Mis malhablados lectores, sigo trabajando en bachillerato, lleno de esperanzas de que mis catorce alumnos lleguen a amar la literatura ―o al menos a aprobar la clase― tanto como como yo. En las últimas cuatro clases les he leído diariamente alguna minificción o un cuento muy breve, pero ayer me di a la tarea de leer justamente un tomo que convence por el nombre El libro de las palabrotas, de la editorial de la revista Algarabía.
Para aquellos que no conocen esta revista, se pierden de mucho, como de una variedad de datos innecesarios y curiosos, que siempre terminan sorprendiendo al lector. El término “algarabía” significa festejo o vítor ante algo, y es el título de la revista, tanto un reflejo de lo que encontramos dentro de ella. Cada número tiene una especialidad: sexo, dragones, laberintos, edad media, películas de los 80. Pero contado a un público común. No es una revista de esas que se inundan en comentarios rimbombantes, sino algo más sutil, escrito por personas que entienden a los demás, que les comprenden y saben que hay ciertos modos de hablar para que les entiendan.
La revista es una cosa, pero Algarabía como marca lleva su pequeño mundo a cuestas. No sólo tiene artículos como pines, bolígrafos, separadores y camisetas, sino que aprovechando el papel que gastan, también son editorial de semejante cantidad de cosas. Libros de una colección que van desde mujeres infames de la historia, datos científicos, y el que comentamos ahora El libro de las palabrotas; como también libros dedicados a contar lo que pasó en cierto año. ¿Quién no quiere saber todo lo que ocurrió en… digamos… 1986? Año de nacimiento de su servidor. Si eso fuera poco tiene juegos de mesa como el manual de conversación, que consta de tarjetitas con datos curiosos para comenzar una charla, al estilo: “¿Sabías que Monterrey es la ciudad donde se consume más Coca-Cola?”, comenzando una plática o argumentando después a favor o en contra y llevando a todo evento social al éxito.

Toda una marca, como decíamos; pero su comercialidad, no le resta lo entretenido. El libro de las palabrotas recibe su nombre, no de ofensas, sino de palabrotas. La profesora Zeromska de la Universidad de Guadalajara escuchó una vez que gritábamos “albricias”, y deteniéndose con ceño fruncido nos dijo: “Qué palabrotas son esas”. Todos estallamos en risas porque “albricias”, así como “algarabía” no son términos comunes. Lo que hace este ejemplar es poner a modo de diccionario una serie de términos de lo más curiosos, como “asaltacunas”, “cuentachiles”, “infante”, “oligofrénico”, e incluso “energúmeno”, “tocayo” y “brandy”. Todo esto con un discurso muy amigable. Cada entrada mide de dos a cuatro páginas, son muy breves y divertidas. Y, mis malhablados lectores, si quieren saber más de estas palabras, busquen este libro de Algarabía en alguna librería o su ParaLibros más cercano.



No hay comentarios:

Publicar un comentario