Mis
pequeños lectores, esta semana ha sido de lo más complicada. No sólo estoy de
vuelta en México tras dos meses en Buenos Aires, sino que tuve que ir a
Guanajuato para dejar papeles de fin de Maestría y comprobación de mi viaje, y
―como si eso no fuera poco― acabo de empezar a dar clases a chicos de
preparatoria. Tantos cambios y ajetreos me han dejado fatigado y decidí hablar
de lo que les leí a mis nuevos alumnos el pasado jueves: Fantasías en Carrusel de René Avilés Fabila.
La edición data desde 1978, y la más reciente de
1995 por el Fondo de Cultura Económica. Por desgracia, el libro se descontinuó
y estamos en espera de volver a verlo como “Novedad” en los aparadores del
Fondo. Este libro de 640 páginas me salvó la vida hace un par de años, cuando
tras mis jornadas laborales, llegaba a mi habitación a leer una minificción,
todo lo que mis ojos y cuerpo podían leer, y caía dormido; pero feliz de haber
leído algo.
Fantasías en
Carrusel es una antología de
minificciones hechas por un destacado miembro de la literatura mexicana. En
ella toca temas de literatura misma, de miedo, del reino animal, mitológicas,
divinidades, oficios, cuentos de hadas, en fin, un mundo completo. Destaco la
importancia de este libro por mi anécdota y porque de verdad es un creador de
minificciones bastante bueno. Está entre los ignorados de la literatura, lo
mismo le pasó a Enrique Anderson Imbert en Argentina que es dejado de lado por
sus contemporáneos Borges y Cortázar. Y aunque Aviles Fabila no es un autor
“menor”, sí ha sido dejado de lado un poco. Por ello hay que apreciar lecturas
olvidadas.
Ahora, si el lector abre el índice y ve todas las
posibilidades que le despliegan los más de 200 textos, ¿qué debería de leer?
Una profesora de licenciatura dijo una vez que hay que abrir una antología de
cuentos y poemas como queramos. Aquí mi asesora de tesis saltaría iracunda al
recordarme que toda obra tiene cierto sentido de lectura; por algo se llaman de
cierto modo los libros, y la primera y última obra siempre tienen una relevancia
importante con el resto de los textos; pero no siempre hay que ser tan
académicos. Somos lectores, nada más; no se puede pedir un academicismo extremo
al lector cotidiano que está fuera del mundo de la Crítica literaria. Esto es
lo que trató de demostrar Cortázar en Rayuela,
justamente; por eso dejo estas dos posibles lecturas, la sugerida por el autor,
o la personal.
Si ya estando en esto, me preguntan cuál es el mejor
de todos, mis pequeños lectores. A mí me encantaron “Dentro de la piel del
lobo” y “Autocanibialismo”. Ambos un poco más largos que la minificción en sí,
pero recomendables. No me resta más que despedirme, mis pequeños lectores.
Estoy a su disposición en internet para cualquier sugerencia o comentario.
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