sábado, 4 de julio de 2015

No más vampiros ni brujas: El don del lobo

Mis licántropos lectores, el día de hoy ya se cumple un mes de haber entrado como profesor universitario; pero también es justo el último mes en que formo parte como estudiante en las barracas universitarias. Al menos hasta el doctorado. Así que entre felicidad y tristeza empecemos.
Hace dos semanas vi en el muro de mi amigo Frausto que iba a empezar a leer una novela de Anne Rice llamada El don del lobo. Me sorprendí porque no conocía en absoluto de la existencia de dicha obra, quizá mientras estaba en la maestría me despegué un poco de mis autores favoritos, y ―efectivamente― lo había hecho. Esta novela salió a la luz apenas en el 2012, y ya tiene una continuación llamada Los lobos del invierno (2014).
Anne Rice es una escritora estadounidense que creció en Nueva Orleans, esa parte francesa de los Estados Unidos donde hay una curiosa mezcla cultural. Para los que vieron la película de Disney La princesa y el sapo,  es justo ese mismo lugar. Y tiene una riqueza folclórica increíble.
A Anne Rice yo la conocía por los vampiros, las brujas y el contexto egipcio que parece tanto gustarle. Me había leído toda ―sí, toda― la saga de vampiros y comenzado con las brujas y los faraones, descubriendo un gusto desbordante por su literatura. Para mi sorpresa está bien acomodada en la Universidad de Guadalajara, pues mi profesor de Novela Negra, Roberto Herrera, la reconocía como una escritora decente; a diferencia de la maravilla épica que tanto me gusta.
En general tiene buenas obras, los vampiros me encantaron y eran un dejo de la transformación radical que sufrió este ser mágico en los últimos años, pues tenían una belleza desbordante, pero seguían temiendo a la luz y eran sádicos cazadores, aunque también deprimentes existencialistas.
El don del lobo tiene un comienzo flojo. La obra parece perderse en el capítulo sexto del Quijote donde hacen el gran escrutinio de la biblioteca. Referencias por aquí y por allá a libros viejos. A mí ―que me encantan obras donde salen bibliotecas― me encantaba; pero nada de hombres-lobo… El salto fue radical, sufren un ataque y ahora sabemos que hay un “Lobo-hombre” en la ciudad. Como hizo Rice con los vampiros, este licántropo tiene una variante ligera que termina encantando. Hay sexualidad en el asunto, como si un vampiro o una bruja no tuvieran ya un subtexto sensual como se vio en otras novelas; le dota a su criatura de una libido envidiable que no parece estar tan del lado brutal, pues el mismo título de “Lobo-hombre” se entiende como un lobo que toma apariencia ―y conciencia― humana.

Muchas son las historias que juegan con ello, desde René Avilés Fabila en “Dentro de la piel del lobo”, o “Licantropía” de Enrique Anderson Imbert. Son cuentos que no pueden dejar del lado cuando lean esta nueva novela. Recomendada para conocer algo de lo nuevo en el mercado, mis licántropos lectores, y espero que la disfruten tanto como yo.


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